sábado, 9 de marzo de 2013

Semana Santa


Conocida como "la Jerusalén de América", la ciudad de Popayán ofrece al mundo la tradición más antigua de América Latina y su mayor atractivo turístico y religioso.[cita requerida] Con la conquista española llegó la evangelización y con ella las fiestas religiosas en honor a los santos de la Iglesia. Esta labor se comenzó de inmediato. Según el presbítero e historiador Manuel A. Bueno, la primera vez que se dio culto a Dios fue el 15 de agosto de 1.537, día de La Asunción, a pocos meses de la fundación de Popayán, en una capilla pajiza, cuya ubicación exacta se desconoce, pero se cree que se levantó en el sector de Tulcán, en donde los ibéricos encontraron una pequeña población indígena, a la que sacaron de sus viviendas para asentarse allí. Acerca del sitio en donde se efectuó la fundación de la ciudad y se comenzó a poblar, hay versiones distintas. Unos historiadores señalan que fue en las faldas del Cerro de La Eme o de las Tres Cruces. Otros en cambio, sostienen que fue en la plaza principal, luego llamada Parque Francisco José de Caldas, en homenaje a este eminente botánico, astrónomo y mártir de la independencia.


La imposición de la religión católica fue el propósito primordial de los conquistadores, que llegaron acompañados de sacerdotes evangelizadores. Cada poblado fundado se consagraba a un santo patrono. En torno a esas celebraciones congregaban a los nativos, en quienes se inculcaba la fe religiosa. Una de las expresiones de esa devoción eran las procesiones presididas por el clero. Refiriéndose al origen de esos desfiles sacros, el historiador José María Arboleda Llorente anota en sus escritos que éstos eran la reproducción de los tradicionales de Europa en la Edad Media y particularmente de España. El mismo autor añade que la piedad familiar de algunos de los vecinos dotaba de nuevas imágenes a la iglesia del lugar, y en la celebración de la fiesta patronal era la procesión a lo largo de las vías públicas parte integrante de la ceremonia religiosa. A medida que la población crecía en importancia y riqueza, ganaba en solemnidad el culto religioso. A través de los años y de las generaciones, con la erección de nuevos templos, capillas y oratorios, se conmemoraban con pompa esas manifestaciones religiosas. Sobre el inicio de las procesiones de Semana Santa de Popayán, que son la expresión popular más antigua de Colombia, no se puede hablar de una fecha exacta. Sin embargo, de los relatos históricos se colige que se iniciaron a los pocos años de fundada la ciudad. Al parecer su origen se remonta a 1.556. Esta celebración se fue convirtiendo en el principal elemento de socialización de los pobladores. Durante casi cinco siglos los payaneses han llevado en hombros una tradición basada en valores familiares y en el sentido de pertenencia a una comunidad. José María Vergara y Vergara, en su descripción de las Procesiones de Popayán en 1.857, decía... "El pueblo cristiano se prepara para asistir a los oficios y deja a un lado todo negocio desde el Domingo de Ramos. El lunes, por lo tanto, no está ausente nadie de su casa cuando llega el Anima Sola a entregar una papeleta y las ceras..."


A lo largo de su historia y pese a las vicisitudes por las que ha atravesado Popayán, especialmente a causa de las guerras intestinas, no se han dejado de celebrar sus procesiones porque ellas constituyen, además de una manifestación masiva de culto católico, una tradición que nació con la ciudad y se fue enriqueciendo. El elemento artístico esencial de esta conmemoración es su imaginería por medio de la cual se recrean los personajes y las escenas de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Alrededor de esta festividad se congrega toda la comunidad sin distingo alguno, y la ciudad muestra en todo su esplendor una invaluable herencia que ha mantenido y defendido con ardor durante su existencia. En la historia de las procesiones los mayores aportes a esa tradición se dieron del siglo XVI al XVIII. En el XIX, en cambio, no se registra mayor contribución. Ese estancamiento se debió a las guerras de Independencia, seguidas de múltiples conflictos intestinos. La inestabilidad política, económica y jurídica que se presentó en aquella época, también afectó la principal celebración de Popayán, cuyo auge en las centurias anteriores se debió a la prosperidad económica de la región, especialmente en el siglo XVIII. Las primeras décadas del siglo XX, no fueron muy distintas a las del período inmediatamente anterior. Con la llamada crisis de los años treinta, la situación económica de Colombia se agravó. Esa circunstancia impidió que se le prestara atención a la celebración de las procesiones, las cuales cayeron en un peligroso letargo. La voz de alerta la dio en 1.937 el Maestro Guillermo Valencia, quien decidió conformar una Junta Cívica que se encargara de preservar esa tradición, la cual fue integrada por el propio poeta, además de Carlos Angulo Arboleda, Nicomedes Arce, Luis Antonio Bonilla, Julia Lenis de Otero, Rosita Cajiao Wallis, Matilde Olano de Fernández, Adelaida Chaux de Ayerbe, Fernando Olano Angulo, Ligia García de Sarria, Carmelita Montúa de Bonilla, Mercedes Pardo de Simmonds, Juan Bautista Pombo Arroyo, Prima Mosquera de Estrada, Hernando Rojas, Francisco Velasco Navas y Edgar Simmonds Pardo.

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